La industria del chocolate en Ecuador enfrenta un drama que pocos imaginan y que muchos prefieren ignorar: mientras los agricultores de cacao celebran que el precio internacional ha superado los $10,000 dólares por tonelada, los chocolateros luchan por sobrevivir en un mercado local que exige precios irreales, como si aún viviéramos en la época de las tradicionales tabletas artesanales de Ambato.
Este absurdo dilema ha colocado a los chocolateros en una encrucijada imposible: compran su materia prima a precios de mercado internacional, regulados por la bolsa de Nueva York, precios que dependen de la sequía en Africa y de la especulación en Europa. Pero deben vender su producto terminado en un mercado nacional que cada día se empobrece más y que no está dispuesto a pagar lo que vale un chocolate con alto contenido de cacao. El resultado es devastador: márgenes de ganancia inexistentes, negocios que cierran y un sector al borde del colapso.
El Cacao: la joya ecuatoriana que no todos pueden disfrutar
Ecuador, reconocido mundialmente por su cacao fino de aroma, debería ser el paraíso del chocolate. Sin embargo, los ecuatorianos enfrentan una paradoja: exportamos lo mejor de nuestra producción y nos quedamos con un mercado interno que no valora (o no puede permitirse) la calidad. La subida en el precio internacional del cacao debería beneficiar a toda la cadena productiva, pero la realidad es que este aumento ha profundizado una grieta insostenible entre los agricultores y los chocolateros.
Por un lado, los cacaoteros exigen que se les pague el precio establecido en la bolsa de materias primas de Nueva York, aprovechando la oportunidad de recibir ganancias por su trabajo, ya que sus ingresos dependen de un cultivo que históricamente ha sido mal remunerado. Pero este justo reclamo se convierte en un problema cuando la industria local no cuenta con un sistema que regule los precios de la materia prima destinada al consumo interno. En otras palabras, el cacao ecuatoriano tiene precio de exportación, pero el chocolate local debe venderse como si el cacao no costara el precio internacional.
Los chocolateros: víctimas del mercado local
El consumidor ecuatoriano, golpeado por la crisis económica, no está dispuesto a pagar más por una barra de chocolate, sin importar la calidad o los costos de producción. Aquí radica el gran problema: los chocolateros no pueden trasladar el costo real de la materia prima a sus productos sin arriesgarse a perder los pocos clientes que les quedan. Esto crea una dinámica perversa en la que los márgenes de ganancia desaparecen y las empresas quedan atrapadas en una espiral descendente.
Mientras tanto, los cacaoteros celebran el aumento del precio internacional, que el 12 de diciembre superó los US$10,000. Sin embargo, la realidad para los chocolateros es muy distinta: para ellos, este incremento significa costos más altos y mercados locales más restringidos.
Una solución pendiente
Es evidente que el sector necesita una solución estructural y urgente. La creación de una bolsa de materias primas local, que regule el precio del cacao destinado al consumo interno podría ser una alternativa, permitiendo que los chocolateros accedan a esta materia prima a precios razonables, sin perjudicar a los cacaoteros. Asimismo, se requiere una estrategia nacional para educar al consumidor sobre la importancia de pagar precios justos por productos de calidad.
El cacao ecuatoriano es un tesoro, pero su potencial no se aprovechará plenamente mientras los eslabones de la cadena productiva compitan entre sí, en lugar de trabajar juntos. Si no resolvemos este dilema pronto, corremos el riesgo de perder mucho más que un mercado: perderemos una parte esencial de nuestra cultura gastronómica y de nuestra historia.
Es hora de que todos los actores —productores, chocolateros, consumidores y autoridades— se sienten a la mesa y encuentren una solución que beneficie a todos. El chocolate ecuatoriano merece algo mejor que esta absurda paradoja.
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